El problema del manual escolar de la historia ha sido durante décadas un punto candente en las relaciones sino-japonesas, porque la parte japonesa adopta una posición respecto a sus acciones invasoras que resulta inaceptable para los chinos.

En 1958, al examinar un libro de texto, el Ministerio de Educación de Japón cambió el término "invasión a China" por "entrada a la parte continental". Y el de la "matanza de Nanjing," conocida mundialmente, fue corregido a partir de 1982 como "ocupación de Nanjing". En 2004, se aprobaron en Japón libros de texto de historia que maquillan los horrores de la conflagración bélica. Fue omitida la guerra de resistencia contra los japoneses, de ocho años de duración (1937-1945), que significó el sacrificio de 35 millones de vidas y pérdidas económicas directas e indirectas de China de por lo menos 600.000 millones de dólares.

Para colmo, comenzaron a sucederse las visitas de los jefes del gobierno japonés al Santuario Yasukuni, símbolo del militarismo nipón, causando la indignación y abierta oposición de los pueblos de Asia, víctimas de este flagelo.

El fracaso de Japón en educar a sus ciudadanos sobre la Masacre de Nanjing y las atrocidades de la Unidad Química 731 del Ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial ha sido un escándalo durante mucho tiempo. Lo mismo pasó en el tema de las llamadas "esclavas sexuales", la matanza de chinos en Malaya y Singapur durante la guerra y las masacres de civiles en Hong Kong cuando Japón ocupaba el territorio. Japón nunca llegó a aprender de su propio pasado y ha permitido engañar a su propio pueblo a través de textos escolares distorsionados e incompletos. La esencia del problema del manual escolar de la historia del Japón consiste en que ese país tiene realmente o no un correcto conocimiento y tratamiento de aquella etapa histórica de su agresión.

Para los chinos, no hay modo de aceptar un supuesto acto de contrición del Japón, hasta tanto éste no asuma a cabalidad su pasado y su responsabilidad histórica.